Pasaron tres años.
Ya camino sin problemas y puedo explorar la casa a mi antojo.
Y si lo pienso bien, también puedo pasearme por el reino.
Bueno, no todo el reino. Sería extraño ver a dos niños deambulando por callejones infestados de rateros. Aunque la idea no deja de ser intrigante.
Lo que sí podemos hacer es quedarnos en casa, estudiando la Guía de Magia y combate y Las Escrituras de Paradoja.
—¿Estás segura de que así se hace? —pregunté, mientras intentaba generar una pequeña ráfaga de viento.
Isolde, con su eterna expresión de concentración, ladeó la cabeza y giró el libro en sus manos, como si verlo desde otro ángulo fuera a hacer que la magia funcionara por arte de… bueno, magia.
—Sí, estoy completamente segura. Pero… ¿por qué no funciona?
Buena pregunta.
Según el libro, la magia requiere maná.
El maná está en todos los organismos vivos. Es una energía inherente a la existencia misma. Pero para usarlo, hay que manipular el que se encuentra en el propio cuerpo.
Como escupir.
Se necesita controlar la saliva para poder expulsarla. Con el maná es lo mismo.
Pero no basta con eso. También hace falta concentración.
Y ahí está el problema.
Isolde insiste en que, para crear una ráfaga de viento, debo sentir que el viento está dentro de mí, que forma parte de mi ser, y luego expulsarlo.
—¿De verdad eso es lo que debo hacer?
—¡Sí! ¡Ven a revisarlo tú mismo!
Me senté a su lado y repasé las palabras del libro. Técnicamente, tenía razón. Pero ¿cómo demonios hago para controlar bien el maná?
No había forma de lanzar una ráfaga de viento con solo creerlo.
—¿Crees que en el libro de Paradoja haya una explicación mejor? —pregunté, mientras me volteaba y estiraba el brazo para jalar el enorme tomo.
Lo abrí y busqué entre sus páginas.
Y ahí estaba.
—Esto dice algo completamente diferente, Issy.
"Issy". Un diminutivo para Isolde.
Lo comencé a usar cuando ella decidió llamarme…
—Lucy, ¿no estarás leyendo otra página diferente?
—Mmm… —Me rasqué la cabeza—. Toma. Dime qué es lo que debo hacer. —Le pasé el libro de Paradoja, señalando la página con la información discrepante.
Isolde lo leyó en silencio, y luego habló:
—Bien. Concentra la energía en tu cuerpo. Piensa en cualquier elemento y luego sé ese elemento.
Mientras hablaba, yo seguía sus instrucciones.
—Usa esa energía… ¡y expulsa!
De mi mano salió una pequeña ráfaga de viento. Apenas lo suficiente para mover un vaso vacío.
Pero funcionó.
Por primera vez, funcionó.
Entonces, Isolde leyó la última línea de texto.
—Cuando termines, podrás haber experimentado el Syrix.
…
Espera, ¿qué?
"Syrix".
Según el Libro de Paradoja, el Syrix es una magia especial que solo una raza llamada Nurukaido y ciertos dioses pueden usar. Es similar al maná, pero con una diferencia crucial: no está presente en todos los organismos vivos.
A simple vista, parece un sistema cerrado, exclusivo.
Excepto que yo acabo de usarlo.
El Syrix también tiene una ventaja abrumadora en términos de poder. Es más eficiente, más fuerte, más refinado.
Pero, como todo en esta vida, viene con una trampa.
La llaman Ultra Instinto.
Un estado en el que el cuerpo se mueve por sí solo, sin intervención de la conciencia. Básicamente, te conviertes en un títere de tus propios reflejos. A cambio, tus siete sentidos se agudizan hasta el extremo: visión, gusto, tacto, audición, olfato, sentido vestibular y propiocepción.
Interesante.
Pero, si lo pienso bien… no tiene ningún sentido que solo los Nurukaido y los dioses puedan usarlo.
Yo lo usé.
Y…
—¡Lo logré! ¡Eso costó 50 intentos! —gritó Isolde, exultante mientras brincaba.
Respiré hondo.
—Bravo —dije y aplaudí con indiferencia.
Tenía la esperanza de que, al menos, tener Syrix me diera una ventaja sobre mi hermana. Pero no. Al parecer, ella también puede usarlo.
Además del maná.
Maldita sea.
Yo no puedo usar maná.
—Vamos, Lucy. ¿Puedes sentirte más orgulloso por mí? —bromeó Isolde, con esa sonrisa burlona que se me está haciendo demasiado familiar. Pero su tono se suavizó cuando notó mi molestia—. Vamos, Lucy, sé que en unos días también podrás usar maná.
Aprecio su optimismo.
Ojalá pudiera compartirlo.
Eché un vistazo al Libro de Paradoja. Nada nuevo. Era la misma información sobre el maná que aparecía en la Guía de Magia y Combate. No había detalles adicionales.
Suspiré y me puse de pie.
—Voy a intentarlo de nuevo.
—Jiji. Bien. Te daré las instrucciones.
—Bien.
Estiré el brazo, cerré los ojos, imaginé el aire en mi interior, intenté moldearlo en la palma de mi mano y…
Nada.
—Sigue intentándolo, sé que podrás —me animó Isolde.
¿Por qué demonios es tan difícil para mí?
Volví a intentarlo. Nada.
Aunque esta vez sentí un cosquilleo en la palma de mi mano. Un atisbo de algo, pero no fue suficiente. Bajé el brazo, frustrado.
—¿Te vas a rendir? —preguntó Isolde.
—Solo lo intentaré en otro momento. Me siento agotado.
—Ah… Yo también estoy cansada.
Ella tiene una razón válida. Usar maná consume energía.
Yo, en cambio… no tengo idea de por qué me siento así. Ni siquiera pude hacer magia.
Excepto con el Syrix.
¿Tal vez es por eso? ¿Quizás mi reserva es tan ridículamente baja que ni siquiera puedo usarlo más de unas pocas veces antes de quedar agotado?
No tengo respuestas.
—¿Ya te vas a dormir? —pregunté.
—No. ¡Quiero seguir aprendiendo! Ahora quiero saber sobre la magia curativa, así podré sanar tus heridas cuando te lastimes, Lucy.
Su voz estaba llena de emoción mientras alzaba la mano en un gesto de determinación. Sonreí un poco.
Es bueno tener una hermana; en mi vida pasada no tuve una. Y gracias a Dios por eso. Si la hubiera tenido, probablemente mis padres la habrían tratado igual que a mí. El solo pensarlo me da escalofríos. Sacudí la cabeza y volví al presente.
—Bien. Veamos qué hay sobre la magia curativa.
Isolde pasó las páginas de la Guía de Magia y Combate hasta llegar a la sección correspondiente, y en cuanto vi el contenido, un peso cayó sobre mis hombros.
—La magia curativa está dividida en ramas biológicas… —Las palabras salieron de mi boca con pesadez.
Sabía lo que eso significaba, y también sabía lo difícil que iba a ser aprenderla.