Cherreads

Chapter 2 - Prisioneros de la cuna

Han pasado seis meses desde mi nacimiento. Complicado.

En resumen, he renacido. Pero no en cualquier lugar ni en la forma de un animal, como algunos teorizaban, sino en un bebé.

¿Cuáles son las probabilidades de que alguien renazca como un recién nacido? Cero, ¿cierto?

Carajo. Puede que esta situación tenga sus desventajas, pero debo admitir que no está tan mal. Aunque hay un pequeño inconveniente: una bebé rubia se aferra a mí como un chicle. Isolde.

Es… agradable.

Sobre todo, porque se trepa encima de mí cuando dormimos y terminamos formando una pequeña colina de bebés, o porque me sigue a todas partes sin importar a dónde vaya.

Recientemente aprendí a gatear. Ella también. Ahora puedo moverme con cierta libertad. O mejor dicho, podría moverme con libertad si no fuera por la maldita cuna de madera absurdamente alta que nos mantiene encerrados como prisioneros de lujo.

El mundo a mi alrededor es… extraño. O quizás la palabra correcta sea nuevo.

No hay computadoras, no hay teléfonos decentes. De hecho, ni siquiera los llaman teléfonos, sino electrophones.

Definitivamente, esta es la era victoriana.

Lo confirmé después de inspeccionar cada habitación. Vamos, nadie en la era moderna usa habitaciones con decoración victoriana real, a menos que tenga una obsesión insana con el romanticismo gótico. Además, están los trajes de mi padre y los vestidos de mi madre. No parecen cómodos… o eso pensé, hasta que me vistieron con pijamas de lino y algodón.

Cómodas, sí. Pero demasiado holgadas.

Me arrastro por el suelo mientras Isolde se mantiene pegada a mí, como siempre. Es molesto. Y al mismo tiempo, no lo es. Cuando nos separamos demasiado, ambos terminamos llorando al unísono, como si nuestros cuerpos estuvieran programados para permanecer juntos.

¿Es normal en hermanos gemelos?

Supongo que sí.

Mis padres, Erika y Elías, son… buenos padres.

Nos cargan, nos alimentan. Cuando madre nos amamanta, lo hace a ambos al mismo tiempo.

Isolde se aferra a su pecho como si fuera su última comida en años.

No me molesta.

Pensé que, al conservar mis recuerdos de mi vida pasada, rechazaría la idea de ser amamantado. Pero no fue así.

De hecho, lo acepté sorprendentemente bien.

Acabo de confirmar que, definitivamente, esta no es mi época.

Hay cosas que aún me cuesta procesar.

Nuestra primera salida de casa con madre fue reveladora. Nos cargaba a ambos en portabebés: yo en su espalda e Isolde en la parte delantera. Íbamos de compras. Algo rutinario. O al menos eso pensé hasta que lo vi.

Renací en un mundo de magia y espadas.

Pero no en una época medieval como dictan las novelas y animes, sino en plena era victoriana.

Lo confirmé cuando vi a personas lanzando fuego con las manos, esgrimiendo espadas, usando revólveres con potenciación mágica e incluso aplicando curación. Una madre sanó la rodilla raspada de su hijo con un simple toque.

Fascinante.

Hipnótico, incluso.

Isolde compartía mi asombro. La vi extender sus pequeñas manos hacia un hombre que hacía flotar una esfera de agua. Sin pensarlo, yo hice lo mismo.

Instintivo.

Por las noches, madre nos contaba historias de héroes. No las escuchaba. En cuanto me acostaban, me quedaba dormido. No por aburrimiento, sino porque gastar energía me deja agotado.

Aunque eso no impide que Isolde me despierte.

Cuando estoy por dormir, se sube encima de mí. Sin excepción.

No escucho historias de héroes, pero Isolde y yo hemos encontrado un gusto particular por la lectura. No sabemos leer con fluidez todavía, pero aprendemos rápido.

Los libros del estante son, en su mayoría, aburridos.

Excepto dos.

"Guía de magia y combate" y "Las Escrituras de Paradoja".

El primero es delgado, apenas unas 200 páginas.

El segundo…

Exageradamente grueso.

No exagero. Ese libro equivale fácilmente a cuatro volúmenes de 1000 páginas cada uno.

Y sí, era pesado.

Casi nos aplasta cuando lo sacamos del estante. Por suerte, solo nos rozó antes de caer a nuestro lado.

La Guía de magia y combate estaba cubierta de polvo. Intenté soplar para limpiarla… pero solo logré escupirle un montón de baba a Isolde.

Me reí. Ella, demostrando superioridad, sopló el polvo de vuelta a mi cara. Se rió. Toca aceptarlo: me lo merecía.

Abrimos el libro y bueno… lo esperado: letras.

¿Qué otra cosa se suponía que habría? ¿Cuentos de hadas? ¿Recetas de cocina? Por favor.

La guía contenía información básica sobre magia y combate. Nada sorprendente.

Pero Las Escrituras de Paradoja…

Eso era otra historia.

No solo contenía información sobre este mundo, sino también técnicas de combate. Técnicas demasiado familiares.

Karate y sus variantes.

Kung Fu y todos sus estilos.

Jiujitsu.

Taekwondo.

Esgrima.

Boxeo.

Judo.

Muay Thai.

Lo reconocía todo.

¿Por qué demonios un libro de este mundo registra disciplinas de mi vida pasada con un nivel de detalle absurdo?

Isolde ladeó la cabeza mientras intentaba entender los movimientos descritos.

Yo hice lo mismo.

Elasticidad.

Velocidad.

Fuerza.

Ingenio.

No hay forma de decir que esto será fácil.

More Chapters