Cherreads

Chapter 1 - Prólogo

Eleanor

"Evita ir al bosque al caer la noche. Ni siquiera mires hacia adentro si deseas regresar con vida."

Eso era lo que decían los habitantes del pueblo. Se comentaba que, durante la noche, cuando el bosque entraba en penumbra, los pájaros cantores salían a acechar entre los árboles, en busca de almas humanas para saciar su hambre.

Aquellos que se aventuraban en su interior jamás retornaban.

Se creía que encantaban los oídos de los mortales con su melodiosa balada, atrayéndolos hacia el bosque para así acabar con sus vidas, para tomar sus almas y consumirlas en fuego. No eran exactamente pájaros, decían, sino seres malditos disfrazados de aves preciosas. Sin embargo, eran solo leyendas que circulaban entre el pueblo.

No estaba segura de si debía confiar en lo que la gente murmuraba. Sin embargo, los restos óseos que aparecían en el bosque cada día hacían que la leyenda cobrara fuerza.

Desde que tengo memoria, siempre he sentido temor ante la posibilidad de que esas aves de bello canto fueran algo más. Que desearan arrancarme el corazón.

Mi miedo crecía cada año, pues el pueblo seguía atormentado por esa historia que se contaba desde siglos atrás. Muchos la aceptaban como verdad, otros la rechazaban.

Yo me encontraba en un punto intermedio…

Hasta esa noche.

La noche en que lo vi todo.

La noche en que lo vi a él.

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Zen

La profecía debía realizarse, y no me rendiría hasta conseguirlo. Hasta observar esa alma frente a mí, sufriente y arruinada. Hasta probar su sangre y saciar mi sed.

Era mi deber llevar a cabo la profecía. Desde hace siglos, se decía que el líder de los vigilantes —o cantores, como nos llaman los mortales— debía realizar un sacrificio con la última alma que atormentara.

Beber su sangre. Sellar un trato. Convertirse en un dios.

El alma debía ser atormentada durante cien años. El mortal debía permanecer un siglo encerrado en el reino de los inmortales, un siglo de dolor y sufrimiento.

Solo entonces, la sangre pura del humano podría ser usada para el sacrificio.

Pensé que podía hacerlo.

Creí que iba a alcanzar la divinidad.

He matado personas. He consumido carne de mortales. Disfrutaba ver el brillo en los ojos de aquellos a quienes les quitaba la vida, disfrutaba cuando percibía su miedo.

Sin embargo, cuando vi el temor en sus ojos…

Sentí también su miedo.

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