Cherreads

Chapter 1 - 1. El comienzo

En medio de un oscuro y silencioso bosque, deambulaba sin rumbo un chico a tan solo minutos de cumplir catorce años.

Agotado tras caminar todo el día, se sentó sobre un tronco que yacía en el suelo e inmediatamente el cansancio le golpeó, jadeando bajó su cabeza y fijó su mirada en el piso cubierto de hojas.

—Esto es una estupidez, ni siquiera sé para que vine —dijo el chico mirando una de sus manos que temblaba pese al agradable clima que allí había.

Cuando su respiración se calmó, elevó su mirada y por un instante, todas sus preocupaciones desaparecieron ante el brillante cielo nocturno, obligándose a preguntarse si realmente eran las mismas estrellas que veía en su ciudad.

—Como me gustaría que pudieras ver esto… te extraño tanto, ¿por qué tuviste que irte? —unas pocas lágrimas comenzaron a recorrer su rostro—. Espero que nunca más tenga que pasar por lo mismo.

Juntó unas cuantas hojas del suelo y formó una cama improvisada. Pese a que de poco le ayudó para paliar la dureza del suelo, el cansancio tanto físico como mental le permitieron quedarse dormido sin problemas.

A la mañana siguiente, los rayos del sol en la cara le dieron la bienvenida a un nuevo día. Pese a sus intentos de volver a dormir, esta vez la incomodidad se impuso y no le quedó más opción que levantarse.

—Creo que es mejor que vuelva, aunque al final parece que este viaje fue inútil —dijo entre bostezos mientras se levantaba.

El dolor en su espalda era notable, lo cual consideraba normal luego de utilizar aquella precaria cama, y de hecho dudaba de que realmente pudiese llamarle de aquel modo.

En cuanto se dispuso a volver por donde había llegado, se percató de que se hallaba completamente desorientado. Miró una y otra vez en todas las direcciones posibles, mas no lograba recordar nada. Pese a esto, mantenía la calma completamente.

Estaba a punto de comenzar a caminar en cualquier dirección, cuando un lejano movimiento captó su atención. No logró divisar de que se trataba, tan solo podía ver una mancha blanca entre los árboles. Por el tamaño, o quizás porque así lo prefería, descartó que se tratara de un animal y empezó a acercarse, con lentitud y cautela.

Aunque sus movimientos eran cuidadosos, no tenía ni el menor atisbo de miedo, todo lo que sentía era curiosidad. Tras avanzar varios metros, logró distinguir que se trataba de una persona, un poco más baja que él y que llevaba una capucha blanca que cubría todo su cuerpo, dejando solo sus descalzos pies a la vista.

Por alguna razón, el chico no se cuestionó que hacía aquella persona en el bosque, ni por que vestía así, tan solo deseaba alcanzarla, sin embargo, aquella persona pensaba muy diferente, puesto que sin siquiera mirar al chico, comenzó a correr.

—¡Espera! —gritó el chico—. Es peligroso correr por aquí.

Haciendo caso omiso a su propia advertencia, inició su persecución. Por mucho que tratara, no podía recortar la distancia, pero se negaba a detenerse. Uno de sus pies chocó, haciéndole caer hacia el frente y su cabeza se golpeó contra uno de los árboles. Alzó la mirada lo más rápido que pudo y extendió su brazo hacia la figura blanca que desaparecía a lo lejos mientras su vista se volvía oscura.

***

—Despierta, ¿estás bien? —dijo la voz de una chica.

—No... corras... —dijo el chico sin estar plenamente consciente.

—No deberías estar durmiendo por aquí. Aunque suele ser un lugar tranquilo, nunca se sabe cuando puede aparecer una bestia.

Abrió los ojos y se encontró con una chica sentada a su lado.

—¡Por fin despiertas! Estaba comenzando a preocuparme.

El joven dio un nuevo vistazo a su supuesta salvadora, una chica de su misma edad que tenía los ojos castaño oscuro, del mismo color era su cabello, el cual llevaba atado con una cola de caballo. Su rostro era bello, destacando sus finos labios que formaban una deslumbrante sonrisa. Vestía una polera blanca sin mangas, un pantalón café y botas negras, todas con manchas de tierra y lodo, pero lo que más llamó su atención fueron sus brazos, tenía vendas que los cubrían desde las manos hasta el codo, permitiendo ver el resto, el cual se hallaba tonificado, pero no en exceso.

La chica extendió su mano y ayudó al joven a levantarse. Mientras que él no entendía que es lo que sucedía, ella no dejaba de mirarlo con una sonrisa.

—¿Te encuentras bien? —preguntó ella.

—Sí, gracias —dijo el chico muy despacio, desviando su mirada al suelo.

—Me llamo Kaguya, ¿y tú?

—Yuuki.

Nada más recorrer el lugar con su mirada, su vista se fijó sobre un gran lago con agua cristalina a escasos metros de él. La imagen lo cautivó tanto que necesitó de un par de minutos antes de poder seguir apreciando el lugar, el cual consistía de un verde prado en el que apenas habían unos pocos árboles y un camino de tierra a unos cuantos metros.

—¿Dónde… estoy? —murmuró Yuuki.

—Lo siento, no pude escucharte.

—¿Qué dónde estoy? —dijo Yuuki subiendo el volumen—. ¿Qué es este lago?¿y el bosque Aokigahara?

—He vivido toda mi vida cerca de aquí, pero jamás he escuchado de aquel bosque.

El rostro de Yuuki se tornó pálido y su respiración comenzó a acelerarse.

—Entiendo, no conoces el bosque, pero seguimos en Japón, ¿no?

—¿Japón? No entiendo de que hablas.

—¡¿No es Japón?!¿en que país estamos?

—¿País? Lo siento, no sé que es eso, pero estamos cerca de un pequeño pueblo llamado Toyama, que es donde vivo, en la isla Taiyo.

Aunque Yuuki no conocía ninguno de esos lugares, sí le parecían nombres japoneses, lo que sumado al hecho de que Kaguya hablaba japonés, le hizo pensar que tan solo le estaba jugando una mala broma y se encontraban cerca del bosque, pero no se lograba explicar como es que había llegado allí.

—No sé qué es lo que esta pasando, pero deberíamos ir a ver al doctor en Toyama —dijo Kaguya con un tono sumamente amable.

Yuuki no sabía si podía confiar en ella, pero al volver a verla, en especial su cálida sonrisa, despejó cualquier atisbo de duda, al menos momentáneamente. La calidez que desprendía Kaguya era imposible de falsear.

Los jóvenes pusieron rumbo a Toyama, que para sorpresa de Yuuki se encontraba a una hora caminando en dirección norte, lo cual no consideraba como estar cerca. Avanzaron en silencio, lo cual hizo que la confianza de Yuuki en la chica fuera mermando, sin embargo, no era capaz de reconocer los alrededores así que no le quedó más opción que seguir junto a ella.

—Por cierto Yuuki, ¿qué edad tienes? —preguntó animadamente Kaguya, luego de mucho pensar en cómo romper el silencio.

—Hoy cumplo catorce, ¿y tú?

—¿Hoy? Felicidades, así que debes iniciar tu entrenamiento formal, debes estar emocionado. Yo tengo quince.

—¿Entrenamiento formal?¿qué es eso?

—¿No lo sabes? Pero si en todos lados es igual —dijo Kaguya—. Lo mejor es que veamos al doctor cuanto antes.

Kaguya trató de conocer más a Yuuki, preguntándole de dónde venía, que hacía en el lago, entre otras cosas, pero cada una de las respuestas le parecían los desvaríos de alguien fuera de sus cabales, por lo que intentó acelerar el paso lo máximo posible. Por su parte, Yuuki se limitaba a responder, más preocupado de hallar respuestas que de darlas, y esperaba que ese tal doctor pudiese dárselas, ya que a su vez, no podía creer nada de lo que ella decía.

De repente, Kaguya se detuvo de golpe y se agachó para observar el suelo.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Yuuki.

—Son huellas de alce negro —dijo ella con un tono serio sin dejar de mirar las pisadas.

El chico se agachó junto a ella y miró al suelo, encontrándose con unas pisadas, apenas perceptibles, del tamaño de su palma.

—¿Cómo fue que las viste?

—¿No lo notas? Desprenden mucho aura. No debe estar muy lejos —Kaguya se levantó y cerró los ojos.

«¿Qué se supone que hace?¿y qué es un alce negro? Esta chica seguro que tiene imaginación. Como sea, supongo que puedo seguirle el juego por ahora, después de todo, no tengo idea de a donde ir», pensó Yuuki.

—Quédate aquí, el alce está en esa dirección —Kaguya apuntó hacia el este.

—No puedo dejarte sola, suena peligroso.

—No te preocupes, son presas bastante fáciles, no me pasará nada.

—Aún así, iré contigo.

—Esta bien, pero mantente detrás mío en todo momento.

Los chicos emprendieron su rumbo en pleno silencio. Con cada paso que daba Yuuki, la duda de si se trataba de algo real crecía, haciendo que sus latidos fuesen cada vez más rápidos y sus pasos se volvían lentos e inseguros. Por otro lado, Kaguya avanzaba a paso firme, sin prestarle atención a su acompañante.

No necesitaron andar mucho para ser capaces de ver al alce negro, el cual se hallaba vagando por el prado, corriendo sin rumbo, se detenía, miraba de un lado a otro y volvía a correr. Pese a la distancia, Yuuki logró ver correctamente al animal, el cual se trataba de un alce gigante, con el cuerpo negro y astas blancas por las cuales corría fuego azul. «No puede ser, realmente nada de lo que decía era una broma… Ahora no hay duda de que no estamos en Japón… ¿Cómo llegué aquí? », pensó Yuuki.

—Que lástima, usualmente viven tranquilamente en manadas al este de aquí, pero cuando se pierden se ponen nerviosos y atacan a cualquiera —dijo Kaguya con una tristeza palpable.

—¿Q-Qué es.. lo… lo que… haremos?

—Será mejor que te quedes aquí, yo me ocuparé —dijo Kaguya al notar que Yuuki se hallaba temblando.

—¡¿De verdad piensas enfrentarte a eso?!

—No te preocupes, pese a su aspecto, son realmente débiles.

—Pero… Ni siquiera tienes un arma.

—No me hagas reír —dijo Kaguya y se giró para quedar de frente al chico— Esta arma es la única que necesito —chocó un puño contra su palma.

Antes de que Yuuki pudiera replicar algo, Kaguya se giró una vez más y avanzó hacia el alce. Una nube café se formó alrededor de los brazos de la chica, desde la mano hasta los hombros, dejando boquiabierto al chico, que era incapaz de moverse.

Kaguya estaba a unos diez metros del alce cuando este se percató de su presencia e inmediatamente embistió hacia ella, bajando su cabeza para chocarla con sus astas. Yuuki desvió la mirada previendo lo peor, pero el fuerte sonido de un choque lo hizo mirar nuevamente, entonces se encontró con que Kaguya había detenido la embestida del alce agarrando su asta y ahora se hallaban empujándose mutuamente. «¿Cómo es posible? Ese alce mide más de dos metros y ella es de mi altura», pensó Yuuki.

Pese a los esfuerzos de Kaguya, el alce fue más poderoso y lanzó a la chica hacia un costado, haciéndola rodar por el suelo, pero usó sus brazos para impulsarse al aire y caer de pie.

—¡Necesito más tiempo! —exclamó Kaguya.

La chica adelantó una pierna y extendió sus brazos hacia el frente, quedando lista para una nueva embestida. Esta vez Yuuki no desvió la mirada y vio como la chica detuvo a la bestia utilizando tan solos sus brazos. «¿Qué esta pasando?¿quién es ella? ¿qué es este lugar?», pensó Yuuki que al intentar retroceder, sus piernas cedieron y cayó sentado al suelo.

Una vez más, la bestia fue la ganadora del duelo y lanzó a la chica al suelo, pero ella efectuó el mismo movimiento para ponerse de pie.

«Si tan solo pudiera detenerlo por un poco más de tiempo, pero ¿cómo?... No, pensar así no es lo mío, tan solo debo hacerlo, no pueden haber más víctimas», pensó Kaguya y se preparó para la tercera embestida.

Un nuevo duelo entre la chica y el alce comenzó. Yuuki lo miraba, mas no le ponía atención, su mente tenía otros asuntos en los que ocuparse, pero entonces un grito de Kaguya lo devolvió a la realidad, estaba perdiendo terreno poco a poco. Él se levantó y observó a su alrededor, no había nada más que un prado verde, sin nada que pareciera de utilidad.

Kaguya se hallaba jadeando, estaba segura de lo que vendría, pero sin previo aviso, una piedra golpeó al alce en la cabeza.

—¡Aquí estoy!¡Ven por mi!¡Bestia estúpida! —gritó Yuuki.

La bestia se giró a gran velocidad, soltándose fácilmente del agarre de la chica, que se mantuvo atónita por un instante mirando a la bestia que corría hacia Yuuki, para luego reír.

—¡Yuuki!¡No desperdiciare la oportunidad que me diste! —gritó Kaguya.

El chico, al ver los ojos amarillos llenos de furia de la bestia, soltó un grito y cayó al suelo, seguro de que este sería su final, entonces, sin aviso alguno, una estalagmita surgió desde el suelo debajo de la bestia y atravesó su cuerpo a una velocidad que no le permitió emitir ni un solo quejido.

Yuuki se encontraba paralizado, sin entender que es lo que acababa de presenciar. Kaguya pasó junto al cuerpo sin vida de la bestia y la estalagmita desapareció. El choque del animal contra el suelo provocó que la sangre saltara, manchando a la chica que se encontraba jadeando, pero ella no le dio ninguna importancia, su atención estaba completamente puesta en el chico. Una vez que llegó a su lado, le sonrió y le extendió la mano.

—Gracias por tu ayuda. Me avergüenza decirlo, pero no habría podido lograrlo sin tu ayuda.

A Yuuki le tomó unos instantes volver en si y entender que lo que acababa de presenciar realmente había ocurrido. Una vez de vuelta a la realidad, lo primero que notó fue que la sonrisa de Kaguya era diferente de las que había mostrado hasta entonces, por alguna razón carecía de bondad y calidez, de hecho carecía de cualquier sentimiento, siendo tan solo una sonrisa vacía.

—Tú… ¿Quién eres?¿cómo hiciste eso?

More Chapters