Ya saliendo de la enfermería, sin muchos problemas, ya que no estaban tan lastimados, decidieron ir a la cafetería de la escuela, que permanecía abierta a pesar de que ya había terminado el horario de clases. Kian decidió llamar a su madre para comentarle que estaba bien y que no había peligro.
—Tuve que llamarla antes, no vaya a ser que me notifiquen y termine viniendo a la escuela a hacer un relajo —dijo Kian a Asher, quien aún parecía algo nervioso.
Ya en la cafetería, optaron por comprar un café para relajarse, al menos un poco.
—Kian, no deberíamos ser tan arriesgados. La escuela… —hizo una pausa— No, el pueblo y lo que está ocurriendo en el mundo no son lo mismo —dijo Asher, mirando fijamente a Kian.
—Perdón, conforme pasa el tiempo, soy más curioso —respondió Kian, mientras se acomodaba la venda en su brazo.
Ambos chicos no eran muy sociales, pero a pesar de ello, procuraban llevarse bien con la gente a su alrededor. No eran los más populares, pero tampoco desconocidos. Además, los rumores empezaban a circular sobre la razón por la que los habían encontrado desmayados en una zona alejada de la escuela.
—"Supe que ellos fueron golpeados por los prefectos."
—"A mí me dijeron que las autoridades del gobierno quieren ocultar algo."
—"Yo simplemente creo que son unos locos."
La gente no paraba de inventar historias sobre ellos, y aunque intentaban no prestarle atención, los chicos no podían evitar escuchar los susurros.
Kian simplemente hizo una mueca de desaprobación al escuchar todos esos rumores que sabían que eran falsos.
—La gente habla mucho, pero las cosas no siempre son tan emocionantes como parecen ser —pensó Kian, aunque por dentro algo le decía que las últimas semanas no habían sido normales. El pueblo siempre había sido un lugar pacífico, pero últimamente todo se sentía extraño. Lo peor era que ni él mismo sabía qué había pasado esa misma tarde—. Aún así, es que últimamente las cosas han estado turbias, a pesar de que el pueblo siempre se le caracterizó por ser tranquilo. No sé, tal vez ni yo sé qué pasó hace unas horas —se dijo a sí mismo, pensativo.
Entonces, Asher interrumpió su reflexión.
—¡Kian! ¿Y si nos toman como enemigos? ¡No quiero ser el enemigo de nadie! —dijo Asher, rompiendo a llorar.
Kian, con cara de desaprobación, lo miró y trató de animarlo.
—No te preocupes, no pasará eso. Aún así, debemos estar atentos.
Antes de levantarse de la mesa, Kian vio algo que llamó su atención: una nota de papel que volaba sobre sus cabezas y terminó en la mesa donde ambos estaban.
—¿Eh? ¿Una nota? —pensó Kian, mientras extendía la mano para tomarla.
La nota decía lo siguiente:
---
Hola, Kian y Asher.
Escuché rumores sobre ustedes. Los encontraron desmayados en una zona rara de la escuela. Los invito a mi casa. Queda en la calle "Zarzamora #656". Por favor, no vengan con nadie más que ustedes dos. Tenemos que hablar. Pueden llegar mañana sábado, a las 13 horas.
Firma: S@E
---
Kian la leyó varias veces, pensativo, mientras Asher lo miraba con angustia, pero también con curiosidad.
—No, espera, Kian, no iremos —dijo Asher, arrebatándole la nota de las manos.
Kian lo miró sorprendido, sin poder ocultar su incredulidad.
—No debemos involucrarnos más. Ya fue suficiente, algo así nos pudo haber matado y no quiero arriesgarme más.
—Entiendo, tranquilo. Ya no nos involucraremos más —respondió Kian, aunque no muy convencido.
Ambos chicos se relajaron un poco y, finalmente, salieron de la cafetería. Durante todo el rato, Kian estuvo extraño, incluso ignoraba a los animales y bichos que siempre lo rodeaban.
Al caer la noche, Kian no podía dormir. Daba vueltas en la cama una y otra vez, y en ese momento, recibió un mensaje de texto de Asher.
"Hoy al terminar el día te noté muy raro. Para que dejes de estar así, podríamos ir a la dirección que estaba en la nota, pero si nos matan, será tu culpa por toda la eternidad."
Kian, sorprendido y alegre, saltó de la cama para no despertar a su madre.
"Sí, vamos, no pasará nada, lo prometo." Kian respondió con una gran sonrisa en su rostro.
Finalmente, se acostó y se durmió, pero curiosamente, tuvo extrañas pesadillas toda la noche.
La alarma sonó y, para sorpresa de Kian, ¡ya eran las once de la mañana! Se levantó rápidamente, pensativo.
—¿Desde cuándo duermo tanto? —se dijo a sí mismo, mientras se alistaba. De repente, un dolor punzante y fuerte le golpeó la cabeza. Fue tan intenso que pensó que podría desmayarse, pero desapareció casi al instante.
—Bueno, seguramente no es nada —pensó Kian, mientras se concentraba en terminar de alistarse y salir hacia la dirección de la nota.
¿Qué les deparará a Kian y Asher?