Después de su breve presentación, Morgan propuso ir a su casa, ya que la oscuridad de la tarde estaba por llegar.
Daniel no dudó en aceptar. Sabía que Morgan era un personaje importante en la historia, y además, había demostrado una gran resiliencia, sobreviviendo incluso después de perderlo todo. No se había rendido, algo que Daniel respetaba. Aunque su memoria de la serie era algo vaga, recordaba lo suficiente como para saber que Morgan jugaba un papel crucial.
Así que allí estaba, sentado en un sofá mientras observaba a todos conversar.
-Entonces, ¿acabas de despertar?- Morgan parecía genuinamente sorprendido al enterarse de la historia de Rick.
-Sí. No sabía qué estaba pasando hasta que Daniel me explicó la situación-. respondió Rick, señalando a Daniel con la cabeza, lo que hizo que la atención de todos se centrara en él.
-Y tú... ¿cuál es tu historia?- preguntó Rick, estudiándolo con una mirada inquisitiva, tal vez esperando una respuesta más detallada.
Daniel se quedó en silencio por un momento. No podía revelar que venía de otro mundo; esa era una explicación que nadie podría entender. Además, este cuerpo era más joven que el original, lo que lo hacía aún más complicado. Nunca le había gustado hablar sobre su vida, y mucho menos cuando apenas conocía a las personas frente a él.
-No hay mucho que decir-.dijo finalmente, con un tono tranquilo pero firme. -He estado solo desde que todo esto comenzó. Sobreviviendo. Estaba buscando suministros cuando encontré a Rick, así que decidí quedarme a ayudarlo, esperando que sobreviviera. Después de todo, fue el primer ser humano vivo que encontré y no tenía ganas de devorarme.
Morgan asintió, comprendiendo la situación sin necesidad de más explicaciones. Rick, por otro lado, parecía evaluar las palabras de Daniel, pero no presionó más. Sabía que, en este mundo, no todos podían permitirse abrirse fácilmente.
La conversación cayó en silencio por un momento, mientras todos procesaban lo que acababan de escuchar. El aire estaba pesado, lleno de pensamientos no expresados.
De repente, una alarma de auto rompió el silencio. Morgan, con rapidez, nos instruyó para que apagáramos las luces. Una vez todo estuvo oscuro, aprovechamos para asomarnos por la ventana. Mi mirada se centró en mi vehículo, asegurándome de que estuviera bien y listo para moverse si era necesario. A lo lejos, pude escuchar a Morgan y a Rick hablar en susurros sobre cómo uno de los caminantes había golpeado el auto.
— Es ella. — Escuché la voz de Duane, tensa y quebrada, a lo lejos.
— Aléjate de la ventana, Duane.— La voz de Morgan fue firme, pero contenía el dolor de un padre que sabía lo que su hijo acababa de presenciar. Duane hizo un sonido de sorpresa, corrió rápidamente hacia el colchón y se tapó la boca para ahogar su llanto. Morgan fue tras él, tratando de calmarlo con una ternura que contrastaba con la brutalidad del mundo exterior.
Rick, al parecer, no se quedó atrás. Caminó rápidamente hacia la puerta, observando con atención mientras Morgan intentaba consolar a su hijo. Yo, por otro lado, regresé al sofá, mis ojos fijándose en el padre y su hijo. Recordé lo que había dicho Morgan sobre su esposa. Todo esto me hacía pensar en lo frágil que era la línea entre la vida y la muerte en este mundo.
— Ella murió en la otra habitación... — Morgan rompió el silencio con una voz temblorosa. — La fiebre la mató y luego... regresó. Debí dispararle, pero no pude...
Su voz traía consigo una carga que se sentía como un peso muerto. Observé a Morgan con atención, su rostro marcado por la angustia. Su debilidad era comprensible. Ver a tu ser querido morir, para luego regresar como una cosa que ya no era ella, debía ser lo más desgarrador que podía vivir alguien. Pero también podía ver su error. El apego emocional que mostraba, su incapacidad para cortar el lazo de inmediato, lo hacía vulnerable. Dejarla andar suelta, en un mundo como este, era un riesgo mortal.
Rick, que había estado en silencio observando todo, me miró de repente. Su mirada, aunque dura, parecía buscar algo en mí. Tal vez una señal de entendimiento, o tal vez alguna respuesta que pudiera dar. Sin embargo, lo que encontró en mi rostro fue sólo una calma tensa, algo distante. Al parecer, no entendió lo que buscaba, ya que volvió al silencio, su mirada vacilante mientras seguía observando a Morgan y su hijo.
Su expresión no pasó desapercibida. Sabía lo que sentía. Probablemente pensaba en su propia familia, preguntándose si alguna vez tendría que hacer lo mismo, si tendría que enfrentar esa misma decisión con Lori o Carl. La sensación de incertidumbre, esa duda constante de qué hacer, lo veía reflejado en sus ojos. Era el mismo peso que todos cargábamos en este mundo.
Pero algo era claro: Rick no estaba completamente listo para dejar ir a su gente, igual que Morgan.
Y a veces, aferrarse a los recuerdos no hacía más que oscurecer el camino hacia la supervivencia.
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La mañana llegó rápidamente, trayendo consigo la urgencia de movernos. No había tiempo que perder.
—Debemos aclarar el plan.— Mi tono era firme, esperando que organizáramos lo que vendría. — Si deciden venir con nosotros o no. También necesitamos decidir si regresaremos aquí después de la estación o si partiremos directo a Atlanta. No podemos estar yendo y viniendo sin sentido. Mi vehículo no está para desperdiciar combustible.
Rick me miró, asimilando mis palabras, luego desvió la mirada hacia Morgan. El hombre estaba tenso, con la mandíbula apretada. No respondió de inmediato, pero cuando lo hizo, su voz sonó pesada.
—No puedo irme... no todavía.
Lo observé con atención y luego miré a su hijo, Duane. No era difícil entender su razonamiento. Su esposa seguía vagando por ahí, y su apego emocional lo tenía atrapado en una falsa esperanza. Pero aferrarse a un fantasma en este mundo solo lo llevaría a la tumba.
—Lo entiendo.— intervino Rick, con su tono empático, siempre buscando una salida menos conflictiva. — Aún así, puedes quedarte con algunas armas. Cuando estés listo, puedes unirte a nosotros en Atlanta.
Resoplé, cruzándome de brazos.
—No seas ingenuo.— Mi voz salió fría, casi burlona.
Rick me miró con el ceño fruncido, pero lo ignoré.
—Es una locura quedarte aquí solo con tu hijo, Morgan.
—Es su decisión, Daniel.— intervino Rick, en un intento de calmar las aguas.
—No, Rick. Es una mala decisión.— Le sostuve la mirada antes de volver a Morgan. — Este mundo ya no es el que conocíamos. No hay policías, ni gobierno, ni reglas. No puedes darte el lujo de quedarte atrapado aquí esperando que todo vuelva a la normalidad. Y menos con un niño a tu cargo.
Morgan me miraba fijamente. Había una mezcla de rabia y dolor en sus ojos, pero no retrocedí.
—¿Crees que los caminantes son el único peligro? — continué. — Tarde o temprano, alguien más vendrá. Y no hablo de gente como nosotros. Hablo de gente que mataría por la comida que tienes aquí, por las armas que guardas, por cualquier cosa que les haga la vida un poco más fácil.
Rick frunció el ceño, pero esta vez no me interrumpió. Lo había visto con mis propios ojos, él no.
—Esto ya no es el mundo que conocíamos. — Mi mirada se endureció. — Y si no empiezas a verlo como es, Morgan, tú y tu hijo no van a durar mucho.
El silencio cayó en la habitación. Duane nos miraba con los ojos abiertos, como si intentara entender la gravedad de la conversación. Morgan bajó la cabeza, respirando hondo.
—No puedo dejarla...— murmuró.
—Morgan... — Rick intentó hablar, pero esta vez fui yo quien lo detuvo con un gesto.
—Escúchame bien. — Hablé despacio, asegurándome de que cada palabra llegara. — Esa cosa allá afuera no es tu esposa. Lo sabes. Lo has sabido desde el principio. Pero sigues aferrado a la idea de que sigue siendo ella. No lo es. Y cada día que te quedas aquí, esperándola, es un día más en el que tú y Duane están en peligro.
Morgan cerró los ojos, su rostro reflejando una lucha interna que no quería enfrentar.
Rick se pasó una mano por el rostro. No le gustaba la forma en la que lo decía, pero tampoco podía negar que tenía razón.
Después de un largo silencio, Morgan soltó un suspiro y finalmente asintió con la cabeza.
—Está bien...— su voz sonó derrotada. — Iré con ustedes.
Rick se relajó levemente, pero aún se veía afectado por la conversación. Sabía que lo que acababa de escuchar era solo el principio de muchas verdades difíciles de aceptar en este nuevo mundo.
Yo, por mi parte, me limité a asentir. Había logrado lo que quería. Morgan había tomado la decisión correcta, aunque le hubiera costado