El enemigo que se disfrazaba de amigo
Siempre sería su propio enemigo
Los murmullos crecían en intensidad mientras el tiempo pasaba. Las miradas nerviosas iban y venían, todos evitando el contacto visual directo, como si eso pudiera protegerlos de ser el próximo en la lista de despidos. La tensión era palpable y, aunque intentaba mantenerme concentrada en mi trabajo, no podía evitar sentir el nudo en el estómago que compartíamos todos en la sala.
—Hazel—llamó Isabel, la mujer que por estos 3 años sólo se a dedicado a despreciarme—¿por que no estás nerviosa?
—será porque se manejar mis emociones, estoy nerviosa pero se controlarme—respondí
—Todos sabemos que Cameron te echará. Cameron no necesita una secretaria. Marleen hace el trabajo que tú nunca puedes hacer—miró a Marleen con una sonrisa maliciosa.
Respiré hondo, manteniendo mi compostura. Sabía que responder con enojo solo les daría más satisfacción.
—Claro que Marleen hace el trabajo que yo no hago —respondí con calma—. Ella es jefa de departamento, después de todo. Cada uno tiene sus responsabilidades
—Ella se hizo a sí misma con sudor y sangre. Tú, por otra parte, solo debiste abrir las piernas y listo —volvió a señalar. Esta vez no le hice caso y solo me centré en mirar mi celular. Tenía un correo del hospital de mi abuela.
—He dado en el blanco, ¿no es así? —dijo con una sonrisa triunfante.
No le respondí. Sabía que una persona no responde a un segundo insulto por educación, no porque la otra tenga la razón.
Cameron entró con su habitual aire de autoridad, pero incluso él parecía más serio de lo habitual. Se dirigió al frente de la sala, llevando una carpeta llena de documentos. Tomó un momento para observarnos, su mirada pasando por cada uno de nosotros antes de hablar.
—Buenos días —comenzó, su tono más grave de lo normal—. Como todos saben, estamos enfrentando tiempos difíciles. La dirección ha decidido que necesitamos hacer algunos recortes para mantener la empresa a flote.
Hubo un murmullo de inquietud en la sala, pero Cameron levantó una mano para pedir silencio.
—Esto no es algo que se tome a la ligera —continuó—. Pero es necesario. Hoy, se anunciarán los nombres de aquellos que serán despedidos. Quiero que sepan que esto no refleja su desempeño o valor como empleados. Es una medida desafortunada, pero indispensable. Los jóvenes no están interesados en comprar libros, y los autores ya no necesitan una editorial para sacar sus obras, ya que ahora todo es Wikipedia y Safari —comenzó Cameron, con un tono grave y apesadumbrado.
—¿Y los inversionistas que llegaron la semana pasada, Cameron? —preguntó el señor Tomás de Recursos Humanos, con evidente preocupación en su voz.
—Retiraron sus fondos.—respondió Cameron desanimado—.tendré que despedir a algunas personas para seguir en pie.
—Pero tenemos la idea IVO —todos estuvieron de acuerdo con lo que había dicho Marleen menos yo.
—Es imposible que eso nos salve de la ruina —todos me prestaron atención—. Llevo mucho tiempo diciéndole a Cameron que es mejor tirar las viejas recetas de cocina, mueblería y comenzar a centrarnos en los jóvenes escritores que hoy en día son muchos. Los jóvenes actualmente poseen más capacidad para escribir y necesitan un apoyo.
—¿Es en serio? —habló con ironía Isabel—. ¿Mocosos escritores? Hazel, déjame preguntarte algo, ¿crees que un adolescente quisiera escribir un libro actualmente? Los adolescentes de ahora no les importa la lectura, sólo quieren estar bailando todo el día, siendo rebeldes, bebiendo. ¿Esos son los escritores que crees que nos van a llevar al éxito? Estoy de acuerdo con Marleen sobre la idea IVO.
—¿Y ustedes creen que con publicar chismes sin fundamentos nos va a salvar de la quiebra? Esto es una editorial, no una página de chismes —contraargumenté.
El silencio que siguió fue incómodo. Marleen frunció el ceño, claramente irritada por mi comentario.
—No son chismes, son noticias de primera calidad —rodé los ojos.
—Eso es peor. ¿Ahora nos vamos a convertir en periodistas? Somos una editorial, señores. Nuestro mayor fundamento son los libros, no los chismes que crea la gente —dije molesta.
—A ver, cállense todos. Estoy intentando pensar en algo —ordenó Cameron—. Sé que estamos bajo mucho estrés y quiero decirles que lo siento mucho, pero esto ya no da para más. La editorial se ha quedado sin fondos y necesito una manera de mantener mi negocio a flote por un tiempo más.
Todos se quedaron en silencio, esperando a que Cameron continuara.
La tensión en la sala alcanzó un punto álgido. Habíamos pasado de 16 personas a solo 10 en menos de una hora. Cada nombre que Cameron leía era un golpe duro, y los llantos y las súplicas resonaban en la pequeña sala de reuniones. Las historias personales de mis compañeros se entrelazaban, formando un tejido de desesperación y angustia.
Cameron parecía agobiado por la situación, pero se mantuvo firme en su tarea. Cuando finalmente mencionó el nombre de Marleen Adlea, el silencio se rompió con su exclamación de incredulidad.
—¡Qué! —exclamó Marleen, sus ojos llenos de lágrimas y furia—. He estado trabajando para ti durante cinco años, Cameron, y ¿me despides así no más?
Cameron bajó la mirada, evidentemente incómodo.
—Marleen, no es algo que haga a la ligera. Aprecio mucho tu trabajo y dedicación, pero tenemos que tomar estas decisiones para la supervivencia de la editorial. No es personal, es simplemente una cuestión de números y recursos.
Marleen no podía contener su indignación.
—¿Números y recursos? ¡Soy una persona, Cameron! Tengo una familia que mantener, cuentas que pagar. Esto no es solo un trabajo para mí, es mi vida. ¿Cómo esperas que me recupere de esto?
—entonces despídela a ella también—me señaló
La acusación de Isabel resonó en la sala como un disparo. Todos los ojos se volvieron hacia mí, y sentí una oleada de calor subir por mi cuello hasta mis mejillas. La mirada de Cameron se endureció, y por un momento, pareció que el aire se congelaba a nuestro alrededor.
—Marleen, esto no es una cacería de brujas —respondió Cameron, tratando de mantener la calma—. Las decisiones se están tomando basadas en criterios específicos y necesidades de la empresa.
Marleen, con los ojos llenos de lágrimas y una mezcla de ira y desesperación, no se dejó intimidar.
—Hazel no hace nada que yo no pueda hacer. Es una secretaria más, y todos sabemos por qué sigue aquí. Si tienes que despedir a la gente por razones financieras, entonces sé justo y despídela también.
Sentí un nudo en el estómago. Sabía que mis razones para estar allí no eran tan simples, pero también sabía que Marleen no estaba del todo equivocada. Sin embargo, mantener la compostura era crucial en ese momento.
—Marleen —intervine, tratando de mantener mi voz firme—. Entiendo tu frustración, pero este no es el momento ni el lugar para atacarnos entre nosotros. Todos estamos tratando de navegar por esta situación difícil.
Marleen me miró con una mezcla de dolor y resentimiento antes de volver su mirada hacia Cameron.
—Es suficiente, se pueden retirar. Los que están despedidos pueden pasar desde el miércoles a recoger su último cheque —se veía molesto.
—Claro —contestó Marleen, mirándolo retadora. Luego, se volvió hacia mí—. Qué bueno que no hayas sido despedida, Hazel.
Sonrió hipócritamente antes de salir de la sala. Solté el aire al ver cómo los demás también salían, murmurando entre ellos. La tensión en el ambiente era palpable y el peso de la situación se sentía más fuerte que nunca.
—No te preocupes, Marleen es un tanto fastidiosa —dijo Cameron ordenando algunos papeles.
—No importa, creo que es su forma de desquitarse —me levanté de mi asiento para comenzar con las tareas que me tocaban hoy.
—Oye —me detuve en seco para ver lo que quería—, puedes irte en tu hora de almuerzo
—¿Por qué? —pregunté nerviosa.
—No tenemos nada que hacer y yo de verdad ya he gastado mi energía en esto, así que me iré. Puedes irte si deseas.
Me vendría bien salir un poco temprano, ya que en verdad no tenía nada para hoy, ya que la cita de Cameron sería a las 10 pm y ya no estaría laborando. Pero siento que eso sería un poco abusivo de mi parte y podría malinterpretarse.
—Bueno, si estás seguro... —respondí, aún dudando.
—Sí, Hazel, de verdad. Tómate el resto del día para descansar. Te lo mereces —insistió Cameron, dándome una sonrisa de ánimo.
—Claro, termino con unos papeles y me voy —sonreí para darle un poco de ánimos.
—¿Sería mucho si te invitara a cenar en la noche? —ya comenzó con el cuento de cada día.
—Tienes una cita con una "afortunada" esta noche —rodé los ojos con una sonrisa de burla por el sobrenombre de la misteriosa chica.
—Pensé que por lo inteligente que eres ya sabrías que esa afortunada serías tú —mi sonrisa verdadera cambió a una incrédula.
—Ah... —miré mis manos buscando alguna excusa y justo tenía mi sortija de matrimonio. ¿Por qué tenía eso si sabía que todo era una farsa? Creo que no me la quité, tal vez se me había olvidado que la tenía—. No creo que sea correcto.
—¿Es una sortija? —comentó Cameron sosteniendo mi mano.
—Sí... me casé ayer —él miró mi cara y en sus ojos vi una especie de rabia que hizo apretar mi mano—. Creo que es mejor que te vayas a descansar.
—Está bien... —dije, tratando de no mostrar mi nerviosismo. Retiré mi mano lentamente y me alejé de su escritorio—. Gracias por entender.
Cameron no respondió, simplemente me observó en silencio mientras yo salía de la oficina de reuniones.
Sentí su mirada intensa sobre mí mientras caminaba hacia la puerta, y el ambiente tenso me hizo desear estar en cualquier otro lugar en ese momento. Mi mente estaba llena de pensamientos confusos y preocupaciones sobre cómo manejar la situación con él, era mi jefe y dar confirmación a los chismes del trabajo era caer muy bajo.
No volví a ver a Cameron desde que salí de la oficina, media hora después me dispuse a salir de la editorial tal cual el me lo había pedido
En la tarde, saqué la última caja de mi habitación. Realmente no tenía mucho que empacar; los electrodomésticos y muebles que estaban allí comenzaron a evocar nostalgia. Recordé cuando me independicé y no tenía nada: ni familia cercana, ni mucho dinero, ni muebles. A pesar de eso, logré construir un hogar que durante mucho tiempo fue mi refugio
—Vas a llorar —bromeó Darcie, con quien compartía el departamento. Mi única amiga y la que sabía todo sobre mí.
—No —hice un puchero.
—Sí vas a llorar —me abrazó—. No puedo creer que te casaras. ¿Por qué nunca me lo presentaste, Hazel?
Sabía todo de mí, pero no sabía sobre esto y cómo prácticamente me vendí para proteger a mi papá y a mi abuela.
—Solo creí que sería una cita y mira —dejé de abrazarla. Me sentía mal por mentirle, pero decirle que acepté este matrimonio porque mi madre me obligó era algo tan vergonzoso.
—Es extraño que te hayas casado así de la nada. Es... muy extraño de tu parte, Hazel —seguía cuestionando sobre el casamiento.
—Lo sé, créeme que cuando dije que sí, ni yo misma podía creerlo —tomé la última caja con algunos libros para irme a "mi casa"—. Siento que extrañaré mi nido.
—Siempre puedes regresar cuando te des cuenta de que tu matrimonio no es como pensabas, sin importar qué pase. Ven a casa, Hazel —Darcie me dio un beso en la frente—. No olvides que puedes volver a tu nido cuando quieras.
Salí del departamento al sonido impaciente del claxon del taxi esperándome abajo. No quería irme, pero necesitaba volver a casa para ordenar todo antes de que Axel regresara. No quería malos entendidos antes del divorcio, que esperaba que se llevara a cabo después de la operación de mi abuela. Bajé en el ascensor junto a Darcie, quien quería quedarse conmigo hasta que el taxi se perdiera en la otra calle, asegurándose de que estuviera decidida a no dar marcha atrás.
—Será duro no poder comer tu comida a diario —bromeó Darcie.
—Tranquila, te preparé mucha comida para que la calientes, y cuando gustes, puedes ir a mi nuevo departamento a comer —sonreí justo cuando el ascensor abrió sus puertas—. Después de ti.
—No, después de ti. Tú eres la que se va —ambas reímos. Yo salí primero y luego ella. Caminamos hasta el taxi, cuyo conductor tenía una cara de pocos amigos, seguramente porque había estado esperando mucho tiempo.
—¡Ya vámonos! Tengo otros pasajeros que esperan —gritó molesto el hombre.
—Me voy. Creo que no se me olvida nada —lo ignoré. Darcie me abrazó por última vez. Entré en el taxi—. Tienes mi ubicación, el número de placa y la foto del conductor, ¿verdad?
Me sentía nerviosa al estar dentro de un taxi después de lo que pasó la última vez.
—Sí, y si no respondes cuando te llame en 30 minutos, llamaré a la policía —respondió Darcie, mirando al conductor.
—Ni que fuera a secuestrarla —bufó el hombre, arrancando el vehículo.
—Mucha suerte, Hazel —gritó Darcie cuando el taxi comenzó a alejarse.
Estaba nerviosa y sentía que mi corazón latía a mil por hora. Todo lo de hoy había sido un poco tenso, pero sentía que si llegaba a casa y me daba un baño, podría estar bien. Hoy no perdí mi trabajo, y eso era algo bueno.
La ciudad pasaba rápida y borrosa por la ventana del taxi. Me costaba relajarme, y el sonido monótono del motor no ayudaba a calmar mi ansiedad. Me concentré en mi respiración, tratando de tranquilizarme mientras pensaba en los eventos del día.
Por este medio te comunico que puedes venir el miércoles a retirar tu último cheque, gracias por estos 3 años de gran trabajo pero es tiempo de que vueles alto tu querido jefe. Cameron.