El sol se colaba suavemente por la ventana de la cabaña, pintando la habitación con tonos dorados y cálidos. Las cortinas se movían con la brisa fresca del amanecer y un par de pajaritos cantaban desde un árbol cercano.
Suku se revolvió bajo la manta.
No estaba en una jaula. No sentía el frío del laboratorio, ni los pitidos de las máquinas, ni el zumbido constante del generador de energía.
Solo… tranquilidad.
Abrió lentamente los ojos. Su pelaje todavía estaba un poco sucio, pero olía a jabón, a madera y a algo dulce… ¿pan tostado?
Se incorporó con un pequeño bostezo, sacando la lengua y estirando sus patas como si no hubiera dormido en años. Al moverse, un leve destello azul recorrió su cuerpo, como una chispa traviesa que aún no se quería apagar.
—¡Ah! ¡Buenos días, Suku! —dijo una voz alegre.
Suku giró la cabeza. Lina estaba ahí, sentada en el suelo, con un plato en las manos y una sonrisa más grande que el sol de la mañana.
—¡Sabía que despertarías pronto! Te preparé algo especial —levantó el plato—. ¡Tostadas con queso y un poquito de miel! No sé si los cachorros comen eso, pero te juro que están buenísimas.
Suku se acercó con curiosidad. Olió las tostadas, sacó un lengüetazo tímido… y sus ojos se iluminaron.
—¡Guau! —exclamó con la lengua fuera, emocionado.
Comió con gusto, moviendo la cola de lado a lado, y cada vez que tragaba, soltaba una pequeña chispa por la emoción. Lina se echó a reír.
—¡Hey, cuidado con quemar la manta! —le dijo bromeando.
Suku miró su cola como si fuera una amenaza propia, y la escondió tímidamente entre las patas.
—No te preocupes —añadió Lina—. Me parece genial que tengas electricidad. ¡Eres como una linterna peluda! O mejor, ¡como un rayo con patitas!
Suku ladró bajito, orgulloso.
Luego de desayunar, Lina lo llevó en brazos hasta el lavadero, donde lo bañó con agua tibia y shampoo de lavanda. Aunque al principio se resistió —nunca había visto una regadera en su vida—, al final se dejó hacer. Incluso disfrutó las burbujas.
—Listo, Suku. ¡Eres oficialmente el cachorro más limpio del bosque!
Lo envolvió en una toalla y lo dejó en el suelo, donde rodó sobre su lomo, completamente feliz.
Luego vino la parte más importante de todas.
—Mira esto —dijo Lina, sacando una caja colorida—. ¡El regalo perfecto para ti!
Suku alzó las orejas con interés.
Lina abrió la caja… y sacó un peluche enorme en forma de zanahoria. Tenía ojos brillantes, una sonrisa cosida y hojas verdes que parecían de verdad.
—¡Te presento a Zanahorín! Es blandito, buen compañero y le gusta que lo muerdan… ¡creo!
Suku se acercó, lo olfateó… y de inmediato lo mordió por la punta. Empezó a sacudirlo de un lado a otro con energía, soltando chispas por todos lados. Lina se tiró al suelo de risa.
—¡Eso es amor a primera mordida!
Mientras tanto, en una montaña no tan lejana, una torre de metal crujía con los vientos.
Era el Centro de Contención Tecnobiológica D-9. Allí, el director del proyecto 07 hablaba con alguien a través de una pantalla.
—¿Un cachorro? —dijo una voz oscura del otro lado—. ¿Me estás diciendo que no pueden atrapar a un simple animalito?
—No es "simple", señor —respondió el director, visiblemente tenso—. El Sujeto 07 tiene habilidades eléctricas espontáneas. Ya no podemos subestimarlo.
—¿Dónde está ahora?
—Nuestros rastreadores captaron señales eléctricas residuales en el bosque este. Pero hay interferencias. Creemos que alguien lo recogió.
Silencio.
—Entonces mándenme al Equipo Sombra.
El director parpadeó.
—¿El Equipo Sombra…? Pero ellos son para casos de grado Alfa.
—Y esto es un caso Alfa. No quiero un cachorro. Quiero un arma.
La pantalla se apagó.
De vuelta en la cabaña, Suku dormía una siesta abrazado a Zanahorín mientras Lina dibujaba en una libreta.
—"Suku"… —escribía con letras grandes—. "El cachorro eléctrico que cayó del cielo".
Hizo un boceto de él, con su lengua afuera y rayitos azules alrededor. Luego suspiró.
—¿De dónde viniste, Suku? ¿Por qué tienes electricidad? ¿Eres mágico o… científico?
Suku gruñó en sueños, como si respondiera: "Un poco de ambos"
Lina sonrió y acarició su cabeza.
—No importa. Ahora estás aquí conmigo. Y juro que nadie te va a hacer daño.
Pero afuera, en lo más profundo del bosque… algo observaba.
Dos figuras vestidas de negro, con lentes especiales y dispositivos en los brazos, monitoreaban las señales eléctricas.
Uno de ellos habló en voz baja:
—Confirmado. La energía coincide con el Sujeto 07. Está aquí.
El otro asintió.
—Recibido. Activando fase de observación.
Sin que Lina lo supiera… Suku ya tenía nuevos enemigos.
Pero también, una amiga dispuesta a todo.
Esa tarde, Suku se despertó con una energía renovada. Jugó, mordió zapatos, corrió por la cabaña y accidentalmente electrocutó una lámpara (que ahora parpadeaba cada 3 segundos). Lina no se molestó. Solo dijo:
—Tendré que conseguir focos resistentes al rayo.
Por la noche, se sentaron en el porche. El cielo estaba despejado, y las estrellas parpadeaban como si saludaran a Suku.
—¿Sabes? —dijo Lina—. Nunca tuve una mascota. Siempre quise un perrito. Pero tú no eres cualquier perro. Eres especial.
Suku apoyó su cabeza en su pierna. Un rayo suave recorrió su lomo.
—Y ahora que estás aquí… creo que todo va a cambiar. Para bien o para loco. Pero no importa.
Ella lo abrazó con fuerza.
—Te voy a proteger, Suku.
El cachorro cerró los ojos, feliz.
Pero en algún lugar, en un laboratorio oscuro… un nuevo contenedor se abría. Otro experimento despertaba. Uno más grande. Uno con fuego.
Y lo primero que preguntó fue:
—¿Dónde está el 07?
Fin del Capítulo 2.