Cherreads

Chapter 52 - 52) Quiero ser parte de esto...

Frente a un viejo teatro, una figura encapuchada avanzaba lentamente.

Justo en ese momento, desde una de las ventanas superiores, innumerables papeles amarillentos se esparcieron por el aire, danzando en el viento antes de dispersarse por la ciudad como hojas otoñales. La figura extendió la mano, atrapando uno de ellos antes de leerlo en silencio.

"Singing Competition Auditions."

Una sonrisa se dibujó en sus labios, apenas visible bajo la sombra de la capucha. Una risa contenida escapó de su garganta, un sonido bajo y entretenido. Había llegado en el momento adecuado.

Sin más, retomó su camino hacia el interior del teatro.

...

Dentro de una de las oficinas internas...

Sra. Crawly: "Señor Moon, hay alguien afuera que quiere verlo."

Buster: "¿Del banco? Dígales que no estoy."

Sra. Crawly: "No, no es del banco. Parece un joven... Dice que viene a verlo personalmente y que no planea irse hasta que lo vea."

El koala se quedó pensativo, tratando de recordar cualquier cita programada para ese día o si acaso algún cobrador podría estar buscándolo. No le venía nada a la mente. Tamborileó los dedos sobre el escritorio un par de veces antes de suspirar y levantarse.

Buster: "Mantenga la puerta abierta, Sra. Crawly." —ordenó con precaución, por si acaso debía hacer una... retirada estratégica.

Bajó hasta la zona del teatro. Allí, entre las filas de asientos delanteros, se encontraba la figura encapuchada, inmóvil, con la mirada fija en el escenario. Su atuendo negro no tenía nada de particularmente extravagante, pero su quietud y la forma en que parecía absorber cada detalle del lugar le conferían una extraña presencia.

Buster entrecerró los ojos, dudando. No era alguien que juzgara por las apariencias, pero la prudencia nunca estaba de más. De hecho, ya estaba considerando dar media vuelta con sigilo cuando una voz juvenil resonó en el teatro vacío.

???: "Gracias por atenderme, señor Moon. Pensé que sería más difícil... ya sabe, por los rumores de que usted es bastante esquivo."

El koala rió nerviosamente.

Buster: "Jejeje, son solo rumores." —respondió, recomponiéndose rápidamente y avanzando con más seguridad. Extendió la mano con una sonrisa profesional— "Hola, soy Buster Moon. ¿En qué puedo ayudarte?"

La figura finalmente se descubrió la cabeza, revelando un rostro humano juvenil, probablemente de entre 16 y 17 años.

???: "Quería llegar a un tipo de acuerdo con usted, señor Moon. Permítame presentarme: soy Riuz."

Los humanos eran una rareza en la ciudad. Aunque había escuchado rumores de que uno residía en algún lugar cercano, nunca le había prestado demasiada atención. De hecho, en comparación con su propia reputación de ser un tanto esquivo, los humanos eran los verdaderos misterios. Podías vivir toda tu vida sin cruzarte con uno... Bueno, si eras mujer, quizá tenías una ligera ventaja, pero tampoco demasiada.

El hecho de que un humano, y uno tan joven, estuviera aquí en su teatro era sin duda un acontecimiento inesperado. Toda su precaución inicial se esfumó de inmediato. Ahora estaba genuinamente intrigado.

Con una actitud mucho más afable y servicial, le hizo un gesto para que lo acompañara a su oficina.

No tenía idea de qué podía querer aquel muchacho, pero estaba seguro de que debía ser algo importante.

...

Ya en la oficina, ambos tenían una taza de café caliente, cortesía de la señora Crawly.

Buster: "Entonces... ¿qué puedo hacer por usted, señor Riuz?" —preguntó, aún sintiendo serias dudas sobre la costumbre de los humanos de compartir el mismo nombre. 'Las reuniones familiares deben ser muy confusas', pensó para sí mismo.

Riuz: "Vine por su show." —respondió tranquilamente antes de dar un sorbo a su café.

Buster: "¿Show? ¿Se refiere al concurso?" —preguntó con sorpresa y creciente emoción— "¿Está interesado en participar? ¡Eso sería grandioso! El espectáculo será un éxito total si incluso un humano se une. Aunque debo decirle que las audiciones comienzan mañana." —exclamó con entusiasmo.

Ya se estaba imaginando la publicidad que esto generaría. Multitudes acudirían solo para ver a un humano cantar. El éxito del show significaría el fin de sus problemas financieros y el resurgimiento de su carrera. Aunque mencionó la audición como un requisito, en realidad ya había decidido que Riuz debía formar parte del espectáculo. Incluso si no se presentaba a la audición, él se aseguraría de incluirlo de todas formas.

Riuz: "Disculpe, pero creo que se está confundiendo."

Las ilusiones de Moon se hicieron añicos en un instante. Miró al humano con expectación, esperando alguna explicación.

Riuz: "Estoy interesado en el show, pero no como participante."

Buster: "¿No entiendo?" —preguntó, claramente desconcertado.

Riuz: "Verá, como seguramente sabe, los humanos poseemos una inmensa fortuna y manejamos múltiples negocios alrededor del mundo."

Buster: "Sí, eso es conocimiento común." —dijo, echando un vistazo a varios productos en la oficina que llevaban el sello de la familia ZooBlack.

Riuz: "Nuestra riqueza es inconmensurable, pero desde hace un tiempo ha surgido la idea de que nos hemos vuelto complacientes, que las nuevas generaciones no deberían tener acceso a ella sin demostrar su capacidad para mantenerla o incluso aumentarla... Aunque, en realidad, esto proviene de ciertos miembros no humanos de la familia que, movidos por los celos, preferirían vernos menos influyentes."

Buster: "Entiendo..." —dijo con cautela y sin mucha seguridad— "Pero... ¿qué tiene eso que ver con mi show?"

Riuz: "Voy a eso. Como una forma de acallar esas voces y demostrar nuestra valía, los jóvenes humanos debemos embarcarnos en un negocio propio, algo que nos ayude a 'despegar' por así decirlo. Ahora es mi turno, y he decidido que su negocio es una excelente inversión."

Buster: "Está tratando de decir..." —empezó a preguntar con incertidumbre, casi entendiendo lo que Riuz insinuaba, aunque aún incrédulo.

Riuz: "Sí, señor Moon. Quiero formar parte de su show, pero no como cantante, sino como inversor y codirector."

Buster se quedó boquiabierto. No era algo que esperara escuchar, y mucho menos el mismo día en que los volantes fueron repartidos. Desde siempre, había querido demostrar que no era un fracasado, que podía lograrlo todo por sus propios medios. Compartir la dirección con alguien más significaría que los demas podrian decir que su éxito no sería completamente suyo... o peor aún, que nunca lo fue. Queria inversores pero dudaba al respecto de la codireccion.

Riuz: "No necesito que pongan mi nombre en ninguna parte ni que me mencionen si no quiere. Tampoco tengo intención de cambiar nada de lo que organice, a menos que sea estrictamente necesario, cosa que dudo. Además, financiaré el 50% del premio en efectivo y, para ayudar con otros gastos de producción, aportaré estos otros 50 mil dólares adicionales." —explicó con calma antes de dejar una bolsa sobre la mesa, repleta de fajos de billetes.

Buster miró la bolsa, sintiendo su determinación tambalearse. Luego, sin pensarlo más, extendió la mano con una sonrisa.

Buster: "Bienvenido a bordo, señor ZooBlack."

Riuz: "Es un placer cooperar con usted, señor Moon. Esperemos que nuestro show sea un gran éxito."

Buster: "Así será..."

...

Dentro de la mansión, el viejo Riuz miraba un video peculiar en su teléfono: una historia sobre una pareja de linces lesbianas y un ratón como tercero en discordia. Una trama extraña, pero que encontraba entretenida y hasta educativa.

Sin embargo, ese no era el foco de la escena. El humano estaba desnudo en su sillón, junto al gran ventanal. Entre sus piernas, Rosita engullía su pene con una devoción implacable, esforzándose por llevarlo cada vez más profundo en su garganta. Pero a pesar de su empeño en la felación, la mente de la cerdita vagaba.

En ese momento, no podía dejar de pensar en las semanas recientes.

Su siempre confiable niñera había enfermado. Rosita la consideraba una buena amiga y se preocupó sinceramente por ella, por lo que descartó pedirle que trabajara en ese estado. Pero esto había generado un problema considerable: no tenía a quién confiar el cuidado de sus hijos.

Aunque solo serían unos días sin niñera, Rosita se había percatado de cuánto facilitaba su vida esa amable mujer, ahora que estaba ausente. No había conseguido un reemplazo, y se había visto obligada a tomarse unos días libres del trabajo. Pero el tiempo pasaba, y no podía permitirse ausentarse por tanto tiempo, especialmente en esa temporada donde muchas sirvientas se habían jubilado o estaban de baja por diversas razones.

Su esposo casi nunca estaba en casa, particularmente en ese momento en que más lo necesitaba, ya que salía por negocios durante varios días seguidos. Rosita ya ni siquiera pensaba en él como una opción, pues después de intentarlo el primer día, había aceptado que no podía confiar en Norman para estos momentos importantes. Una idea que se había ido arraigando en ella desde hacía un tiempo... aunque no recordaba exactamente cuándo, cómo o por qué había comenzado.

Rosita estaba desesperada. No era solo el estrés normal, sino que simplemente se había desacostumbrado a lidiar con los niños las 24 horas del día. Antes, al menos tenía su trabajo como escape.

Fue en medio de esa tormenta mental cuando recibió una llamada inesperada. Era del trabajo. Su propio jefe parecía preocupado por ella, ya que no había aparecido en varios días. Aquello la hizo sentir un extraño calor en el pecho. Se alegraba de que alguien se preocupara por ella... pero volver a trabajar no era una opción en ese momento. Su único tiempo libre era cuando los niños estaban en la escuela, y lo necesitaba para ocuparse de la casa, hacer las compras y cocinar.

Y entonces, escuchó esas palabras.

Riuz: "¿Por qué no traes a tus hijos aquí a la mansión?"

Rosita jamás esperó escuchar algo así. Fue una oferta tan repentina que, por un momento, pensó que era una broma. Pero cuando Riuz repitió la propuesta, ya no supo cómo reaccionar.

Intentó rechazarlo cortésmente. Sí, su moral ya se había torcido y su cuerpo corrompido—lo sabía y lo aceptaba—pero eso no significaba que estuviera dispuesta a llevar a sus hijos a aquel templo de la depravación que era la mansión ZooBlack.

Riuz, como si pudiera leer su mente, se tomó su tiempo para tranquilizarla. Habló con ella largo y tendido, asegurándole que, sí, era un degenerado, pero un degenerado con principios. No haría nada inapropiado con los niños presentes, y podía estar segura de que se comportaría. Además, de este modo ella podría volver al trabajo sin preocupaciones, y los niños tendrían un lugar enorme donde jugar después de la escuela.

Rosita seguía renuente. Pero quizás fue la voz hipnótica y persuasiva de su jefe la que poco a poco fue ablandando su resistencia. Quizás ya había sido llenada tantas veces de amor que su cuerpo y mente reaccionaban instintivamente a cada una de sus palabras de forma.

Y así, al día siguiente, después de recibir a los niños del colegio, emprendió el viaje hacia la mansión.

Decir que estaba nerviosa era quedarse corta. Durante todo el trayecto se arrepintió una y otra vez de haber aceptado. Pero aun así, nunca giró el volante para dar la vuelta.

Y cuando por fin llegaron, el sonido de todos sus niños exclamando un entusiasta "¡Waaaaaauuuu...!" fue lo único que logró sacarla de su trance y dibujarle una sonrisa.

Los niños salieron corriendo hacia el patio en cuanto tuvieron la oportunidad de escapar. Rosita, por instinto, fue tras ellos, pero apenas logró avanzar unos pasos antes de que el personal de la mansión hiciera su entrada.

Al verlas, se quedó completamente pasmada.

Todas y cada una de sus compañeras, aquellas mismas sirvientas que recordaba con trajes demasiado sugerentes, ahora llevaban ropa de sirvienta normal. Nada de transparencias, nada de encajes eróticos, nada de faldas absurdamente cortas. Solo uniformes recatados y funcionales.

Rosita se quedó con la boca abierta, tan en shock que ni siquiera notó cómo una de las sirvientas se le acercaba con una sonrisa burlona.

Sirvienta: "¿De verdad creías que no podíamos vestirnos normal y no ser unas zorras?"

Rosita sintió cómo la sangre se le subía al rostro.

Rosita: "No, yo... yo no quise decir eso..." —Balbuceó, sintiéndose expuesta.

Pero la verdad era que, en el fondo de su mente, lo había pensado. Siempre había dado por hecho que todas en la mansión eran exactamente lo que parecían: sirvientas, sí, pero también putas de tiempo completo.

Y ahora se sentía terriblemente culpable por asumirlo.

Sirvienta: "Eres tan zorra como nosotras. No lo olvides." —Su tono fue travieso, pero certero, como si le hubiera leído la mente.

Rosita sintió un escalofrío de vergüenza recorriéndole la espalda, casi olvidando por un momento la razón real por la que estaba allí.

Por suerte, las demás sí lo recordaban. Antes de que pudiera reaccionar, varias sirvientas ya estaban corriendo por el campo con agilidad sorprendente, atrapando uno a uno a los niños entre sus brazos y metiéndolos en la mansión con una destreza que dejó a Rosita completamente atónita.

Se quedó parada en medio del jardín, boquiabierta por tal eficiencia.

Más allá de las sirvientas, también había pequeños cambios en la mansión. Nada demasiado drástico, pero había ciertas cosas que faltaban.

Sirvienta: "No sé de qué te sorprendes. Tenemos protocolos para esto."

Rosita: "¿En serio?"

Sirvienta: "Sí. El amo ha tenido muchos niños pequeños en el pasado... y muchas de nosotras los criamos como si fueran nuestros propios hijos..." —Dijo con un tono nostálgico, cruzándose de brazos— "Bueno... algunos de ellos lo eran."

Sirvienta: "Es simple: se oculta todo lo sexual o peligroso hasta que los niños se vayan. Se cierran ciertas puertas con llave, se retiran ciertos 'objetos'... y dejamos a una sirvienta patrullando periódicamente para vigilar que ninguno se pierda o se haga daño."

Durante el resto del día, Rosita no podía dejar de asombrarse. La mansión parecía tan distinta a todos los días anteriores que había pasado allí. El lugar había perdido esa aura sexual, ese olor pervertido y esos sonidos que solían resonar por toda la casa. También, aunque le daba vergüenza admitir que le costaba creerlo, todas las sirvientas se comportaban como las damas más decentes que jamás hubiera conocido, incluso aquella que le había estado comiendo el coño la semana pasada mientras usaba sus dedos para entrenar su ano. No podía conciliar esas dos imágenes en la misma persona. Dudaba si ella era la única que no sabía que todas eran excelentes personas fuera de la mansión.

La otra gran sorpresa se la llevó cuando fue a cambiarse y en su ropero encontró que todos sus trajes de sirvienta sexis estaban ocultos y habían sido reemplazados por los comunes. Fue algo confuso usar aquella ropa que en un principio pensó que debía llevar pero que ahora le parecía tan extraña. Ella no sabía el porqué, pero se sentía algo incómoda con ello, como si algo no estuviera bien y extrañara su ropa reveladora. Se sintió tan culpable y sucia por ese solo pensamiento que se quedó encerrada en su habitación varios minutos más de los necesarios, cuestionándose su vida.

¿Se había vuelto una puta? ¿Una verdadera pervertida? Todas las demás parecían cómodas con este cambio y ella era la única que lo encontraba extraño. Quizás el problema siempre fue ella, que no supo separar el sexo de su vida normal. Quizás siempre fue una zorra sin saberlo, quizás en su juventud no explotó por completo su sexualidad y esta mansión solo fue una llave para una puerta que ella había cerrado sin saberlo.

En fin, el día fue extraño para Rosita, pero feliz al final de todo. Trabajó casi como al principio o como había pensado que lo haría al principio, sin nada pervertido ni chistes sucios, todo mientras veía cómo sus hijos exploraban la mansión y jugaban con todo lo que tenían a su alcance. Agradecía en su interior que las demás sirvientas hubieran guardado todo lo que era valioso o frágil, pues sino sus hijos lo habrían destruido. Aunque aun así, sus hijos causaron cierto caos, caos que ella sabía que tendría que pagar después... seguramente con su cuerpo a su amo. Se sonrojaba al pensar todo esto mientras restregaba sus piernas entre sí.

Y hablando de su jefe, Rosita se quedó muy sorprendida al verlo unirse a los niños y jugar con ellos. Los hijos e hijas de Rosita nunca habían visto a un humano, por lo que estaban curiosos por este ser y no pudieron evitar tocarlo y acariciar su piel lisa, similar a la de ellos. Pero el humano no se molestó ni se inmutó, sino que cooperó con ellos. Jugaba con todos y cada uno a los diferentes juegos que se inventaban, y así pasaron las horas.

Rosita no sabía que su jefe tenía ese lado. Sabía que había tenido muchos hijos, pero no esperaba que aún pudiera con tantos niños. Bueno, al final, cuando Rosita fue a verlo, estaba acostado solo sobre el pasto del patio, respirando con dificultad, y sus palabras fueron:

Riuz: "Esos son muchos niños" —jadeando— "pero es lindo, a veces extraño tener niños pequeños en casa".

Rosita solo pudo conmoverse con unas palabras tan puras de alguien que solía follarla hasta que sus piernas no respondían. Por momentos se olvidaba de que el hombre pervertido e insaciable que tenía frente a ella también era un viejo viudo que había pasado por lo mismo que ella en cuanto a paternidad.

Así, Rosita llevó por primera vez a sus niños a la mansión Black, y le fue tan bien que, luego de enterarse de que su sirvienta se había enfermado por exceso de trabajo y de que su jefe se lo insinuara, no sería la última. Así, todos los fines de semana que ella trabajara medio turno, llevaba a los niños allí a jugar un rato. Sentía que se estaba aprovechando de la amabilidad de su jefe, pero este le insistía y nunca había visto a sus hijos tan felices.

...

Volviendo en sí, Rosita sintió cómo esa polla se contraía dentro de su boca y pronto esta se llenó de semen. Separándose lentamente sin soltar sus labios apretados para que no se desperdicie nada, contuvo todo en su boca y luego tragó con esfuerzo esa inmensa cantidad de leche, para después respirar con dificultad con su boca abierta, mostrando que ya no quedaba nada.

Riuz disfrutó de su "trabajo", pero en ese momento, Rosita preguntó:

Rosita: "Señor, ¿puedo pedirle algo?"

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