Riuz disfrutaba de la mamada dedicada de Rosita, quien estaba completamente concentrada en brindarle la mejor experiencia posible. Su vestido de criada francesa solo realzaba su encantadora apariencia en ese momento.
Era sorprendente recordar cómo, no hace mucho, ella se había mostrado nerviosa y abrumada la primera vez que hizo esto. Ahora, sin embargo… bueno, ya no era su primera vez, y en las últimas ocasiones había demostrado un esfuerzo genuino por perfeccionar su técnica. Era comprensible: muchas cosas habían cambiado.
Norman había regresado después de tres semanas de ausencia, y la relación entre los dos cerdos ya no era exactamente la misma. Él había vuelto como si nada hubiera pasado y, por esa misma razón, Rosita decidió no mencionar lo que sabía sobre él o lo que había hecho en la mansión como represalia.
Las cosas, claramente, ya no eran iguales. Pero nadie hablaba de ello. Norman, porque no parecía notarlo… o quizás porque no quería hacerlo, al menos en lo que respetaba a su matrimonio. Rosita, porque no quería ser quien rompiera el frágil equilibrio sobre el que este se tambaleaba. Y los niños… bueno, ellos eran solo niños.
Desde entonces, Rosita se había mostrado más abierta dentro de la mansión, en especial porque los demás también lo habían sido con ella. Su jefe humano, al recibir ese tipo de cuidados y atenciones de su parte, se había vuelto más afectuoso, colmándola de besos y abrazos que la envolvían en una calidez reconfortante. Con su esposo ausente, esos gestos se volvieron algo que agradecía profundamente. Al principio sintió cierta culpa, pero con el tiempo esa sensación se desvaneció y, poco a poco, la relación con su jefe se tornó más recíproca.
Por eso mismo, cuando le brindaba estos servicios, ella procuraba hacerlo lo mejor posible. Además, con el tiempo aprendido había a disfrutarlos.
*Glup.*
El sonido inconfundible de Rosita tragando marcó el final del encuentro. Riuz acarició su cabeza con suavidad mientras la observaba intentar recuperar la compostura y no ahogarse. Estando cachonda, ella no tenía problemas, pero cuando estaba en frío, aún experimentaba un ligero rechazo. Sin embargo, se estaba acostumbrando.
*Toc, toc, toc.*
Ambos miraron hacia la puerta justo cuando la mayordoma garza entraba con su habitual expresión seria y estoica.
Garza: "Amo Riuz, Judith Capreé, del banco SFJ, acaba de llegar. ¿Deseas que la haga pasar?"
Riuz: "Dile que la recibiré en cinco minutos".
La garza se inclinó en señal de respeto y salió de la habitación. Mientras tanto, Rosita intentó incorporarse y arreglar su vestimenta, un leve rubor de vergüenza coloreando sus mejillas. Siempre le pasaba después de estos encuentros, claro… siempre que no estuviera bajo los efectos de ninguna droga. En ese caso, el sonrojo se debería a una razón muy distinta.
Riuz: "Gracias, Rosita, siempre haces mis mañanas más placenteras".
Riuz inclinó la cabeza y atrapó los labios de la cerdita en un beso breve, pero profundo, introduciendo su lengua con posesividad.
Rosita: "G-Gracias… señor…" —susurró ella, aún con el aliento entrecortado.
Riuz: "Aunque me encantaría pasar el resto de la mañana contigo, con esos deliciosos labios... y quisas con un poco más de tocino..." —murmuró él, deslizando sus manos por delante y por detrás de su figura, recorriendo su coño y tracero— "tengo trabajo que hacer. Así que tendremos que dejar esto aquí… por el momento".
Rosita solo pudo soltar un suave quejido cuando sintió sus manos recorrer sus zonas más sensibles. Aun así, no pudo evitar estremecerse cuando escuchó la insinuación de su jefe sobre ir más lejos.
Sabía que lo que hacía estaba mal… pero utilizar su boca había sido un límite que, en su mente, aún podía justificar. Mientras no cruzara fácilmente esa otra línea, sentí que todavía tenía una oportunidad de redención. Más allá de su boca, sus manos y quizás sus pechos… ese era un umbral que no quería atravesar tan a la ligera. Creía que, si lo hacía, se perdería para siempre… que se convertiría en una mujer sin valor ni virtud.
Y, sin embargo… no podía evitar pensar en aquel momento en que ese puente se cruzó.
-Escena retrospectiva-
Rosita estaba en la lavandería, ocupándose de la ropa, pero le resultaba difícil concentrarse. Ese día, la mansión parecía impregnada de esa atmósfera peculiar que la hacía sentir inquieta, sofocada… y acalorada. Su piel sudorosa se pegaba a la tela de su vestido, y la falta de su ropa interior—que había decidido omitir por comodidad—le proporcionaba una inusual sensación de libertad. Había visto a otras sirvientas hacer lo mismo, y hasta ahora no se había atrevido a probarlo, pero tenía que admitir que era… liberador.
Absorbida en sus pensamientos, apoyó su cuerpo contra la lavadora, dejando que la vibración constante la estremeciera sutilmente. Estaba tan absorto en la sensación de que no se percató de la presencia de alguien más en la habitación. No fue sino hasta que sintió unas manos recorrer lentamente su cuerpo, con un toque lleno de intención, y el roce de unos labios en su cuello húmedo por el calor, que se dio cuenta de que no estaba sola.
Un sobresalto la recorrió cuando reconoció la silueta detrás de ella. Su jefe.
Su primera reacción fue de vergüenza. Ser descubierto en una situación tan comprometida, apoyada contra el electrodoméstico en un intento—por demás evidente—de buscar alivio, le provocó un escalofrío de bochorno. Nunca había imaginado que podría dar una imagen tan indecorosa.
Pero, al mismo tiempo, sentí algo parecido al alivio.
Estaba inquieta, su cuerpo ardía con una necesidad, y su jefe parecía compartir esa misma energía latente. Quizás podría... ayudarle y masturbarse como otras veces. Después de todo, no podía negar que los orgasmos que experimentaba al succionar su miembro viril eran de los más intensos que había sentido en su vida actual… quizás las únicas.
Si podía ayudar a aliviarlo mientras se permitía un poco de placer a sí misma, ¿qué había de malo en eso? En su mente, sonaba como un trato justo. Y, en ese momento, lo necesitaba.
Sin embargo, su jefe parecía tener otros aviones.
Con un movimiento firme, la sujetó de las caderas y la levantó ligeramente, posicionándola contra la lavadora de manera que su espalda quedó arqueada y su trasero elevado. Entonces lo sentio... esa vara ardiente restregandose contra sus labios inferiores.
Al igual que ella, él tampoco llevaba ropa interior... o ropa en absoluto, lo que permitió que ese contacto fuera directo, sin barreras.
Rosita contuvo la respiración. En cualquier otro momento habría reaccionado de inmediato, dejando claro que no cruzaría esa línea. Aquel era un límite que no deseaba ni planeaba mameluco.
Y, sin embargo, el roce repentino de sus cuerpos, el calor compartido, le provocó un estremecimiento que recorrió su espalda hasta instalarse en su pecho, dejándola sin aliento. En lugar de una protesta, un suave gemido se escapó de sus labios.
Su jefe no se detuvo allí, y Rosita se encontró atrapada en una maraña de emociones contradictorias.
Aquel roce no quebró la frontera que se había impuesto, pero la forma en que su intimidad se deslizaba sobre la suya, provocando pequeñas oleadas de placer, era suficiente para hacer que su mente se nublara. La calidez la envolvía, la hacía estremecerse de una manera que la dejaba sin palabras coherentes.
Era tan incorrecto en su cabeza… pero tan delicioso en su carne.
Y, por primera vez, sintió que esa línea que tanto se había esforzado en no cruzar… estaba peligrosamente cerca de desdibujarse.
Se sintió tan bien que, tras unos movimientos más, Rosita comenzó a seguir el ritmo, aunque de forma descoordinada. Aquella fricción compartida solo intensificó las sensaciones hasta el punto en que un primer escalofrío de placer recorrió su cuerpo, provocando una liberación breve pero insuficiente. Fue como una pequeña descarga de energía, apenas un destello en comparación con lo que realmente anhelaba.
Por eso no se tuvo.
Moviéndose con más intensidad, sin importarle nada más que el fuego que ardía en su interior, la cerdita cachonda solo quería que su jefe continuara. Y él, complaciéndola, decidió ir más allá.
Cuando el roce ya no fue suficiente, Riuz la posicionó mejor, tomándose un momento antes de introducir la punta por unos segundos. Entonces, con un movimiento decidido, empujó intensamente su cadera con un solo impulso, introduciéndose por completo.
El cuerpo de Rosita se tensó de inmediato, su espalda se arqueó y sus ojos se abrieron con asombro al experimentar como sus entrañas eran estiradas.
Apenas pudo respirar. No estaba preparada para la diferencia anatómica, para el contraste con lo que estaba acostumbrada. Solo conocí algo fino y largo... no esto. Era un choque de sensaciones tan inesperado que su mente no supo cómo reaccionar.
Una oleada de calor abrasador la envolvió desde dentro, un torbellino de emociones y pulsaciones que la dejó sin aliento. Su cuerpo entero parecía recorrer por una corriente eléctrica, como si cada fibra de su ser se hubiera despertado al mismo tiempo, además del intenso dolor causado por ese objeto extraño que se introdujo en su cuerpo.
En lugar de un grito de incomodidad, lo único que pudo soltar fue un gemido tembloroso, pues lo que estaba experimentando era algo completamente desconocido… y adictivo.
Riuz marcó el ritmo con movimientos firmes, constantes, cada uno, provocando un nuevo escalofrío en la piel de Rosita al chocarse las caderas. Parar nunca cruzar por su mente, ni siquiera la duda de si su cuerpo se recuperaría de esto o si de ahora en adelante usaría una silla de ruedas, podría persistir más que unos segundos.
Ella no podía hacer más que aferrarse al momento, dejarse llevar por la intensidad de lo que estaba ocurriendo. Su mente no podía centrarse en nada más, ni en la culpa, ni en las consecuencias, ni en su familia. Solo existía el ahora y la sensación envolvente que el consumo por completo.
No pasó mucho tiempo, solo un par de minutos antes de que Riuz se inclinara sobre el cuerpo de rosita mientras liberaba su carga en su interior.
En el mismo instante que ella sintió cómo una ola de esperma invadía su útero, sintió algo totalmente diferente a cualquier otro orgasmo que hubiera experimentado antes.
Ella no estaba preparada para esto, pues ella misma llega a su clímax, pero fue diferente. Generalmente, sus clímax eran como chispazos de electricidad, sacudidas intensas pero efímeras. Esta vez, sin embargo, fue como ser sumergida en el placer, en un océano de fuego líquido, un calor que se expandía sin prisa, sin sacudidas, sin tensión, simplemente inundándola en una oleada continua.
Era el orgasmo más extraño y poderoso que jamás sintió. Fue tan intenso que sus ojos se voltearon mientras sentía que ese ardor consumía su cerebro y le hacía perder facultades mentales y el control de su cuerpo. Se quedó inmóvil, con la mente atrapada en un estado de placer ininterrumpido, sin saber cuánto tiempo había pasado.
No tenía sentidos, ni vista, ni olfato, oído o tacto, solo sentía su interior, la sustancia invasiva y el placer que conllevaba.
En algún momento, Rius se marchó, quizás tan pronto como terminó su cometido. Rosita fue encontrada por una de las sirvientas minutos después, su cuerpo seguía inmóvil como un cadáver, pero aún caliente, sudando y atrapada dentro de su mente en el regusto de ese orgasmo interminable.
Sin embargo, nadie la movió de su lugar. Las demás sirvientas, simplemente, continuaron con su trabajo en la lavandería, aunque limpiando su coño relleno con sus lenguas.
-Fin del flashback-
Rosita aún no comprende cómo había llegado a experimentar algo tan extraño y placentero al mismo tiempo. Pero, como si fuera una adicción, no podía evitar anhelar más. Su resistencia a dejarse arrastrar por aquella espiral de deseo se desmoronaba día tras día, y eso la aterraba. Sin embargo, por más que intentara luchar contra ello, sentía que era inútil.
Se levantó con cierta torpeza, arreglándose como pudo antes de marcharse, permitiendo que su jefe continuara con sus asuntos. Pero mientras lo hacía, un pensamiento inquietante cruzó su mente: "Si él exigiera más… ¿realmente podría negarme?"
Inconscientemente, pasó la lengua por el interior de su boca, saboreando el tenue rastro de su mamada anterior. No podía evitar preguntarse si debería buscar a sus compañeras para encontrar cierto alivio, algo que la ayudara a calmar esos pensamientos antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. En su mente, lo que sucedía entre mujeres no parecía tan grave como ceder por completo ante su jefe. Hasta ese punto había llegado la distorsión en su razonamiento.
Desde su asiento, Rius observó cómo la cerdita salía de la habitación con un movimiento de caderas involuntariamente seductor. Sonrió divertido al darse cuenta de que ella misma no era consciente del efecto que comenzaba a tener.
Con un simple gesto de su varita, se limpió con rapidez y se acomodó, preparándose para recibir a su próxima visita. Justo entonces, la puerta se abrió nuevamente y la garza escoltó a una figura de pelaje marrón hasta el interior del despacho.
Judith tenía una expresión de pocos amigos. No se trataba de su habitual apariencia seria, amargada y profesional, sino de una molestia genuina que intentaba disimular… sin demasiado éxito. Su mirada transmitía un disgusto evidente mientras cruzaba miradas con el humano, desviando un instante los ojos hacia la garza.
Rius captó la señal al instante y con un simple además indicó a la mayordomo que los dejara a solas. Sin decir palabra, la garza abandonó la sala, cerrando la puerta tras de sí.
Judith dejó escapar un resoplido de fastidio antes de empezar a desabotonarse la chaqueta con movimientos mecánicos.
Judith: "Que conste que solo hago esto por mi trabajo" —dijo con evidente molestia, quitándose la parte superior de su uniforme.
Dejó su ropa y sus anteojos sobre la mesa, quedándose únicamente con un sujetador blanco, carente de cualquier detalle llamativo o sexy, al menos segun la perspectiva del humano.
Sin cambiar su expresión en lo más mínimo, la llama se arrodilló a cierta distancia frente a Rius, quien, con tranquilidad, abría sus piernas, liberando a su gran amigo listo para jugar otra vez.
Judith no dudó ni hizo esperar. Se arrodilló de inmediato, comenzando a trabajar torpemente con boca y lengua sobre aquel miembro. Había una cierta diligencia en sus movimientos, aunque carentes de cualquier atisbo de interés genuino.
Ruiz no pudo evitar una risa silenciosa ante la escena: Judith, arrodillada a una distancia incómoda para poder abarcar la considerable longitud de su cuello, con las manos apoyadas en las rodillas mientras su cabeza subía y bajaba en un esfuerzo cómico.
Judith trabajaba con una aplicación casi furiosa, deseando que terminara pronto.
Ella era completamente asexual y su completa falta de deseo sexual la dejaba sin referentes ni incentivos en este acto. Su vida se tejía en torno a su trabajo y sus discretos hobbies, y era la amenaza a esa estabilidad la que la había llevado a esto. Sus jefes habían sido claros: su empleo dependía de ello. Y para Judith, y su propia visión desapegada del sexo, le permitía aceptarlo como una mera formalidad. Un trámite incómodo, pero no tan humillante y repulsivo como a otros, desagradable, pero tolerable.
Los sonidos húmedos, el ahogo y la torpe falta de experiencia de Judith entretuvieron y aliviaron ligeramente la impaciencia de Ruiz ante los ocasionales roces de sus dientes, al menos hasta el momento de su liberación.
Judith sintió la sustancai liberndose en su boca y permaneció inmóvil, esperando el final. Cuando la sensación cesó, se apartó y extrajo un pañuelo de su bolsillo para escupir con disgusto.
Ruiz contempló la escena con una mezcla de burla y creciente excitación. La ausencia total de reacción en el rostro de Judith durante todo el acto era, en sí misma, provocadora.
Judith: "Espero que esto sea suficiente para que siga trabajando con nosotros" dijo Judith con un tono monótono y resentido. "¿Ya puedo irme? Necesito lavarme la boca." Su impaciencia era palpable, su único deseo era marcharse.
La sonrisa de Ruiz se ensanchó, pero sus intenciones eran oscuras. Con la rapidez de un depredador, se lanzó sobre Judith, tomándola por sorpresa y haciéndola caer al suelo.
Un grito de sorpresa escapó a Judith, pero fue silenciado por el repentino ataque de Ruiz sobre su cuerpo y sus ropas.
*Gritos de llama asustada/enojada*
*Gemidos de llama asustada*
*Gemidos incontrolables de llama*
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